Discurso y Testimonio
Les saludo en el nombre de Jesucristo. Es un privilegio hablarles hoy.
En el libro de MalaquÃas, el mensajero del Señor, nos encontramos con que los descendientes de Jacob-Israel han regresado del exilio babilónico, el templo de Jerusalén ha sido reconstruido, los sacerdotes vuelven a ofrecer sacrificios; la vida ha vuelto aparentemente a la normalidad, todo es estupendo, ¿correcto?
No es asÃ. El Señor le dice a Israel, tienes una multitud de problemas, no me amas, te amas a ti mismo, no me honras, buscas honrarte a ti mismo, no me temes, ofreces un discurso vano, estás en medio del adulterio y la idolatrÃa y me ofreces ofrendas corruptas de segunda, tercera y cuarta calidad, no las primicias que yo requiero y haces esto porque dices que estás cansado de ofrecerme lo mejor. El Señor llama despreciables a los sacerdotes de la época, a los supuestos lÃderes espirituales, porque están permitiendo que esto ocurra sabiendo que no es correcto ante Dios que presenten ofrendas corruptas de un pueblo corrupto.
Todos estos eran sólo sÃntomas del problema mayor, o enfermedad, si se quiere, entre el pueblo de Israel en ese momento. Esa enfermedad era una "enfermedad del corazón", el pueblo de Israel, especÃficamente de Judá y Jerusalén, no tenÃa corazones para el Señor, no tenÃan Sus nombres, los sentimientos santos como la caridad, la compasión, la fe y otros del Libro Sellado de Moisés 4:17, escritos en sus corazones, no, todo lo contrario. Sabiendo esto, podemos entender muy bien por qué todos los sÃntomas mencionados anteriormente estaban apareciendo en el pueblo de Israel. Al igual que con una enfermedad del cuerpo fÃsico, los sÃntomas pueden ser tratados, y la persona afectada por lo demás se siente bien, pero sin curar la enfermedad real, los sÃntomas sólo volverán y aumentarán en número. Asà era la enfermedad del corazón que habÃa infectado al pueblo de Israel en el tiempo del mensajero del Señor, MalaquÃas.
Si nosotros, como el Israel de los últimos dÃas, miramos a la sociedad de hoy, incluso a las facciones de la restauración de la que muchos de nosotros venimos, estamos obligados a ver estos mismos sÃntomas procedentes de esta misma enfermedad del corazón.Pero, asà como a la antigua nación de Israel se le presentó la cura para su enfermedad del corazón de los rayos sanadores del Sol de justicia a través de su genuino y saludable temor al Señor, y de su observancia de Sus mandamientos; asà también al Israel de los últimos dÃas, incluso a todas las naciones de hoy se les presenta una cura para su/nuestra enfermedad del corazón.Esa cura hoy viene a través de la fe en el Libro Sellado y su traductor, el Profeta Mauricio Berger, el enviado por nuestro Señor para este dÃa y tiempo especÃfico, similar a un ElÃas en la forma de Juan el Bautista siendo enviado para preparar los corazones de la gente para recibir a nuestro Cristo.
Mi experiencia personal y mi testimonio es el siguiente:
Se me dieron ojos espirituales para ver la enfermedad del corazón y la apostasÃa que se habÃa desarrollado y crecido dentro de mi antigua denominación, y me pregunté cómo se iba a cambiar todo y la iglesia volverÃa a su antigua gloria. Por el momento esperé dentro de una congregación de esta denominación que sabÃa que todavÃa tenÃa corazones para el Señor, pero también sabÃa que la apostasÃa habÃa infectado, aunque no tan profundamente como la iglesia corporativa. No fue mucho el tiempo transcurrido que esta obra de la Segunda Invitación salió a la superficie y llegó a mi conocimiento. Mientras leÃa, investigaba, estudiaba y buscaba al Señor sobre esta obra, el Libro Sellado y el Profeta Mauricio Berger, llegué a entender que era, de hecho, la cura para la enfermedad del corazón, la apostasÃa y la condenación bajo la que estaba mi antigua denominación, y era la respuesta, la cura, para todas las denominaciones de la restauración a través de José Smith Jr.
Lo que me lleva a mi llamado para todos nosotros hoy.Es decir, si conocemos la cura para la enfermedad del corazón de las naciones hoy en dÃa, que el que la presenta es un verdadero profeta de Dios, y que el tiempo para usar la cura se está acabando, entonces ¿no necesitamos compartirla más que nunca, de tantas maneras como sea posible?
Esa es mi palabra y mi llamado para todos nosotros hoy. Que Dios los bendiga y mi amor para todos ustedes.